Por Jorge Núñez
Poeta y periodista. Ex Coordinador del Consejo Municipal de Cultura de Gral. Pueyrredon
Todos hemos oído hablar del “algoritmo” que se utiliza en las redes sociales virtuales para personalizar las recomendaciones que reciben los usuarios, de acuerdo a gustos y tendencias particulares, según el patrón de sus búsquedas y elecciones en internet.
Las compañías que manejan X, Instagram, Facebook, Google, YouTube, WhatsApp, y demás, tienen acceso a abundante información de cada uno de nosotros, y a través de la Inteligencia Artificial (IA) pueden en pocos segundos relacionarla, interpretarla y utilizarla para -dicen- “satisfacer los intereses” de las personas, además de vendernos sus productos y comercializar nuestros datos. Pero, no sólo eso, también pueden influir sobre las decisiones y creencias de cada individuo generando un “contagio ideológico”, o en términos más propios de este ámbito, “viralizándose”.
No se trata de algo reciente o novedoso, porque desde hace años las agencias de publicidad, consultoras y el marketing político se aprovechan de estas herramientas para inocular sigilosamente a poblaciones enteras; sin embargo, el vertiginoso avance de la IA acelera y globaliza sus efectos y hoy en día sorprende con los resultados. “No puede ser”, “es increíble”, “no se entiende”, exclaman muchos que aún sostienen una mirada crítica y preguntan, por ejemplo: “por qué las sociedades renuncian a sus derechos”, “cómo aceptan que golpeen a los ancianos, a los pobres, a los discapacitados…”, “por qué los jóvenes odian a todo el mundo”, “de dónde sale tanta irracionalidad, tanta crueldad, tanta deshumanización…”
Desde las usinas del poder concentrado se articulan las ideas, valores y conductas que se transmiten por medios de comunicación masivos, por influencers y formadores de opinión que de manera simple, con consignas fácilmente asimilables, producen “el espejismo de la mayoría”, un fenómeno que no es mayoritario en la realidad pero es percibido por suficiente cantidad de sujetos dentro de una red, convirtiendo a esa minoría en grupos que tienden a perpetuar el espejismo.
Las consecuencias ya se hacen visibles en distintos lugares del planeta, con líderes desencajados, violentos, desalmados, y seguidores fanáticos, ignorantes y provocadores.
El sistema es perverso pero efectivo. Las propias víctimas niegan su condición y se enfurecen frente al pensamiento y la sensibilidad. Carecen de autocrítica y capacidad de reflexión. Así la democracia se falsea en un pilar fundamental: la libertad de elección. No es necesario alterar las boletas o las actas de escrutinio, solo se trata de manipular la psiquis del votante, y de ésto no quedan evidencias materiales.
Aclaración: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.














