En declaraciones a Cazador de Noticias, Gabbin reflexionó: “la noticia fue movilizadora para mí, pero no tanto por lo que viví en carne propia sino por lo que le sucedió a los demás”.

Y confió: “a Bujedo me lo crucé muchas veces en todos estos años, pero jamás lo golpeé o insulté porque iba a quedar como el malo de la película; iba a estar nuevamente preso por agredir a un tipo que, mientras fue un engranaje madre del gran aparato que secuestró e hizo desaparecer estudiantes, militantes y profesionales, se fundió en la sociedad como un abuelito bueno”.

“Lamentablemente - remarcó - él forzó para sí mismo una buena reputación pública y se convirtió en un señor para la sociedad de Mar del Plata, ya que fue uno de los mejores árbitros de fútbol que tuvo la ciudad y un fomentista ejemplar”.

HISTORIA DE UN AÑO PARA OLVIDAR

Consultado por su experiencia personal, Gabbin comentó: “una tarde fui con mis compañeros a jugar un torneo llamado Ciudad de Mar del Plata, que se realizaba en la cancha de Nación, organizado por el Sr. Ramírez, con la participación de equipos independientes de la Liga”. “Para ese partido nos había tocado Bujedo como árbitro”, añadió.

“La cuestión es que cuando entramos al terreno de juego - recordó Gabbin - él me identificó inmediatamente y yo también, ya que había sido instructor mío en la Marina. Fue entonces cuando me mandó a detener con gente de caballería, que me llevó al Monte Varela y después a mi casa, en 162 y Colón”.

“Allí - prosiguió - los efectivos me hicieron un par de preguntas y me dijeron que el lunes fuera a la casa de Bujedo para seguir charlando sobre el tema. Yo decidí ir porque hasta ese momento la mano venía light... Sin embargo, cuando llegué, comenzaron los problemas. Ese dia me esposó en su propia vivienda del Barrio San Carlos, me indagó con otras dos personas respecto de mi actividad sindical y política partidaria y sobre mi militancia en el peronismo”.

“Yo tenía 23 años y no pertenecía a Montoneros; eramos periféricos. Había desertado de la Marina porque no me gustaba ni la vida ni las condiciones militares. Entonces me fui y regresé a los barrios a hacer lo que me gustaba. Creo que él desconocía los pedidos de captura que la Armada tenía sobre mi persona; aparezco en varios informes como extremista y subversivo”.

“Primero me llevaron a la ESIM, pero no me reconocieron como parte, entonces en forma clandestina ellos me trasladaron a la Base Naval. Me tiraron en el asiento trasero de una camioneta, me encapucharon, me pusieron otras esposas y me metieron en una especie de celda, donde se inició el tormento diario”.

“Me torturaron durante un mes y pico porque querían saber acerca de distintos jóvenes que laburaban en Batán políticamente, ya fueran peronistas o de otras organizaciones”.

“Luego, también estuve detenido en Buenos Aires, en una prisión, hasta que me derivaron en el buque general San Martín a Puerto Belgrano. Finalmente, el tema se atenuó y hasta me dieron el beneficio de la libertad vigilada”.

“La odisea duró un año y un mes. Salí en febrero de 1978”.