El presidente Javier Milei protagonizó un bochorno diplomático este viernes al no llegar a tiempo para despedir al papa Francisco en la Basílica de San Pedro porque se demoró en un acto de anarcocapitalistas en la escuelita de Alberto Benegas Lynch (hijo y padre). Cuando finalmente se presentó en el Vaticano, el féretro del pontífice ya había sido cerrado, lo que impidió que el mandatario pudiera rendirle homenaje en persona como había anunciado.
El episodio generó desconcierto en su propia comitiva y críticas en redes sociales y medios internacionales, que calificaron el hecho como una muestra de desorganización y falta de respeto institucional. La agenda oficial no brindó detalles sobre los motivos del retraso, aunque fuentes cercanas al Gobierno señalaron “cuestiones logísticas” sin mayores precisiones.
La ausencia de Milei en el momento clave del homenaje resultó especialmente llamativa, considerando los esfuerzos recientes del presidente por recomponer su vínculo con la figura del Papa, luego de años de agravios públicos. Su llegada a Roma había sido presentada como un gesto de reconciliación, pero el traspié volvió a poner en evidencia la fragilidad de esa narrativa.
El libertario estuvo en la tardenoche del jueves en la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (Eseade), fundada por el padre de Bertie Benegas Lynch en 1978. Allí lo esperaron el propio “prócer liberal”, como lo define el presidente, junto al economista español Jesús Huerta de Soto, uno de los héroes de Milei, al menos por el momento.
La Eseade no aparece en los rankings académicos internacionales más conocidos (como QS, THE o ARWU), sin embargo, por este instituto pasaron figuras de renombre mundial como las del propio Milei, Manuel Adorni y Juliana Santillán, la diputada que tiene un diploma en economía austríaca.
En el acto en la Eseade, Milei se calzó la toga con los colores de Newell's con la que los egresados de esa escuela suelen ser reconocidos por la calle.
Como el discurso que le dedicó al español, a quien recibirá en la Rosada a su regreso de Roma, se demoró por más de 40 minutos, su viaje a la Santa Sede sufrió una demora que le impidió llegar con tiempo a entrar a la Basílica en la que estuvieron otros líderes como el francés Emmanuel Macron y el brasileño Lula da Silva, además de otros 250 mil fieles que fueron a despedir al Santo Padre.
Desde el entorno presidencial evitaron hacer comentarios, mientras que en sectores sociales se recibió con molestia la actitud del mandatario.
