Por Jorge Núñez
Poeta y periodista. Ex Coordinador del Consejo Municipal de Cultura de Gral. Pueyrredon
La política tiene tensión y conflicto, se confrontan ideas y procedimientos que muchas veces responden a miradas opuestas. Y el acuerdo social sobre los valores mayoritariamente compartidos tiende el puente para la convivencia. Algunos dicen que es “el arte de lo posible”, según el concepto atribuido a Aristóteles, como una forma de darle criterio de realidad y bajarla de las nubes de la utopía al cielo raso del hogar cotidiano.
En las últimos semanas el Honorable Concejo Deliberante de General Pueyrredon registra cruces verbales más virulentos que de costumbre, al punto de plantearse desde la oposición en la última sesión ordinaria que hay “irregularidades administrativas” y “gravedad institucional” por parte de las autoridades del HCD. La negativa de los ediles oficialistas a otorgar la Banca 25 a vecinos del barrio Playa Serena para quejarse por las condiciones del Centro de Atención Primaria de Salud (CAPS); a representantes gremiales de los municipales por su negativa a la tercerización del Estacionamiento Medido; y al Círculo de Periodistas Deportivos para opinar sobre la instalación de gigantografías de deportistas marplatenses destacados en los ingresos a la ciudad; más el caso omiso que el Departamento Ejecutivo hace a los cientos de pedidos de informes que duermen en los expedientes, y los gritos, insultos y amenazas proferidos desde la barra (sector abierto al público en el recinto), conforman un clima anubarrado y desapacible.
Seguramente todos los integrantes del cuerpo deliberativo estudiaron los tres pilares de la retórica: Ethos (el discurso), Pathos (las emociones) y Logos (la comunicación). Pasando por Maquiavelo, Thomas Hobbes, Montesquieu, Russeau o Jean-Marie Domenach, hasta el “momentum político” actual donde el diálogo y el consenso son las vacas sagradas de la democracia moderna.
Me permito un flashback: corría el año 1983 y en el segundo piso de la Municipalidad había un lugar oscuro, que permanecía cerrado desde largo tiempo. Los muebles estaban apilados y sucios, llenos de polvo, herrumbrados. Apenas un tibio rayo de sol comenzaba a filtrarse por las hendijas, hasta que se abrieron las puertas y ventanas. Allí estábamos, en el recinto del Concejo Deliberante frente a la tarea de recuperarlo, restaurar las bancas y el estrado, limpiar y pulir el piso de madera, colocar cortinas nuevas y una flamante bandera argentina. Mi padre trabajaba en Mayordomía y yo era ordenanza de la Secretaría Privada del Intendente. Los trabajadores municipales pusieron en valor ese ámbito que la dictadura había clausurado, y los marplatenses volvieron a darle vida política. Tengo un profundo respeto y amor por su patrimonio material y simbólico.
Volviendo a la lámina principal… En estas cuatro décadas recientes el HCD se afianzó como espacio de debate del Partido de General Pueyrredon. Hay lapsos en que sus voces rebotan intramuros, sin ir más allá de los medios de difusión, y otros en los que se intenta ampliar un marco participativo. Por ejemplo, tuve la oportunidad de ser uno de los coordinadores del Programa Control Ciudadano para las Buenas Prácticas Legislativas (en 2012), junto a un grupo de voluntarios que realizó un seguimiento a las reuniones de comisiones internas y sesiones ordinarias y extraordinarias, auscultando la presencia y productividad de cada concejal, la participación de personas y sectores involucrados con los temas y proyectos tratados, los mecanismos instalados en la actividad legislativa para favorecer la participación, rendición de cuentas, toma de decisiones, etc. No he dejado de asistir desde entonces a reuniones y sesiones, audiencias públicas o actos sociales y culturales en sus instalaciones, o ver las transmisiones en directo por la página web. Además, realicé innumerables entrevistas periodísticas en Foro Comunal, de Canal 33 TV Comunitaria de Mar del Plata, a quienes ocuparon y a quienes aspiraban a ocupar esas bancas Desde tal experiencia asumo la responsabilidad de escribir esta crítica constructiva.
Una cuenta pendiente sigue siendo la llegada a los territorios, la capacidad de empatizar y ser el prisma que exprese los diversos colores que conforman la comunidad local. Si los ciudadanos se sienten escuchados y comprendidos el Poder Legislativo elevará su calidad, y si aporta soluciones a los problemas ¡mucho mejor!
Un buen concejo debería permear hasta el humus fértil de toda la población.
Aclaración: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.