Por Luis Gotte
Luis Gotte
La trinchera bonaerense, MDP
Cada 8 de octubre, la tierra bonaerense de Lobos vuelve a despertar con el eco de una fecha que no pertenece sólo al pasado, sino al porvenir de la Argentina: el nacimiento del Gral. Juan Domingo Perón. Allí, en ese rincón de la provincia de Buenos Ayres, no sólo nació un hombre, sino una forma de entender la Nación, el trabajo y la justicia.
Hoy, a 130 años de aquel acontecimiento, el pueblo trabajador argentino debe mirar hacia adelante con la misma claridad con que el Gral. Perón soñó su Comunidad Organizada. No alcanza con invocar su nombre ni repetir sus consignas: necesitamos un Justicialismo más racional y menos emocional, que no se agote en los recuerdos ni en las pasiones del enfrentamiento, sino que se exprese en la acción concreta de reconstruir el país desde abajo hacia arriba.
La política no puede seguir siendo un escenario de emociones desenfrenadas o discursos vacíos. La política -como enseñó Perón- es organización. Y organizar es pensar, planificar, ejecutar y producir. Por eso, la hora exige volver a poner en marcha los engranajes dormidos de nuestros municipios. Porque cada municipio -por más pequeño que sea- es una célula viva del cuerpo provincial, y si esas células se activan, se multiplica la energía que mueve a la Provincia, y con ella, a la gran rueda de la Patria.
El Gral. Perón nos enseñó que no hay Nación fuerte sin provincias fuertes, y que no hay provincias fuertes sin municipios organizados. Esa es la verdadera doctrina del desarrollo argentino: del pueblo hacia el Estado, del trabajo hacia la justicia, de la producción hacia la soberanía.
Hoy debemos hablar menos de lo que fuimos y más de lo que podemos ser. La producción y la innovación son nuestras nuevas batallas; la ciencia, la tecnología y la capacitación de nuestros trabajadores, nuestras nuevas trincheras. El desafío ya no es resistir: es crear. Crear trabajo, crear conocimiento, crear futuro.
Perón no soñó con una Argentina inmóvil ni nostálgica. Soñó con una Argentina justa, libre y soberana en constante movimiento. Y ese movimiento -que alguna vez fue revolución social- hoy debe ser revolución productiva, educativa y tecnológica.
El tiempo de los lamentos terminó. Es la hora de volver a creer en nosotros, en nuestra gente, en nuestros pueblos. De volver a mirar al vecino y decirle: “Vamos juntos, porque nadie se realiza solo”.
Lobos nos recuerda que el peronismo nació del alma de la provincia, no de los despachos ni de los laboratorios del poder. Nació del campo, del taller, de la Iglesia, del cuartel, del hombre común que soñó con una Patria para todos.
Hoy, en su cuna, levantemos esa bandera otra vez, con la serenidad de quien comprende y la fuerza de quien no se rinde. Porque el mejor homenaje que podemos hacerle a Perón no es repetir sus palabras, sino cumplir sus sueños de unidad y organización, de poner a la Argentina en marcha, desde cada municipio, hacia el destino de grandeza que nos espera.
Aclaración: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.
